¡Esperad, pijo, que aún no hemos terminado!

Debió ser a finales de los 90 cuando participamos en un festival con tres bandas de las que nosotros éramos el cierre del cartel. El concierto era en una plaza de toros que tenía, y tiene, una forma muy curiosa.

Durante las pruebas de sonido, ya que el acceso al recinto estaba abierto, las gradas de la plaza se encontraban prácticamente llenas. Aquello auguraba que, aquella noche, tendríamos un rotundo éxito.

Al volver de cenar, y con el grupo que nos precedía sobre el escenario, observamos atónitos que, las mismas gradas que por la tarde estaban a rebosar, se encontraban prácticamente vacías.

Sin entender el motivo, y llegado nuestro turno, comenzamos el concierto. Llevaríamos aproximadamente la mitad del repertorio cuando unos operarios municipales, sin cortarse un pelo, se suben al escenario y se afanan en desmontarlo comenzando por los paneles verticales que se encontraban en la parte trasera.

Reivindicando nuestro derecho a finalizar el concierto, les dijimos, «¡esperad, pijo, que aún no hemos terminado!», sin que nos sirviera de mucho, ya que los operarios continuaron con su labor de desmontaje.

Debieron pensar que, para la poca gente que había, cuanto antes terminasen, antes se irían.